Soy una chica de 26 años, que ama escribir, conocer nueva gente y nuevos lugares, sensaciones, situaciones… capturar los momentos, de forma escrita o tomando fotografías que es como inmortalizar aquellas emociones en un recuerdo guardado en una imagen, aprender a cocinar para siempre comer rico; descubrir y aprender, siempre mis más grandes aspiraciones, para luego, algún día, transformar perfeccionando el método, poner en práctica todo conocimiento, todo ello para el servicio de los infinitos seres. Mis más grandes “logros” (hasta ahora) son haber emprendido hace emprendido un sendero espiritual y por supuesto ¡haber comenzado a viajar!
Podría autodenominarme viajera no por el conocer muchos o pocos sitios, (aunque no me abstendré de alardear que claramente me motiva el hecho de a mi primer cuarto de siglo haber tenido la gran bendición de haber estado ya en más de una decena de países…) sino porque, como muchos caminantes con los que se han cruzado mis rutas, me considero esporádica y románticamente nómada, gitana, trota mundos, juglar, fugaz, valiente, salvaje. Aunque, por el contrario, me reflejo y veo que también soy estática, silenciosa, miedosa, invisible, a ratos gris, que busca la sanación al echar raíces.
Empecé a viajar hace unos 7 u 8 años dentro de México, que es el país donde nací, aprendiendo a moverme sola y a perder el miedo a recorrer el mundialmente territorio conocido como inseguro, en done ciertamente es un peligro ser mujer, el miedo al andar con poco di